Tal vez porque venía rezando, antes de comenzar una jornada laboral que prometía ser, cuando menos, intensa. Miré la pequeña heladerita desde la vereda de enfrente mientras esperaba que el semáforo me habilitara a cruzar. Dudé en entrar. Las bebidas que veía desde lejos no eran lo que buscaba. Los demás comercios estaban cerrados así que, rápidamente, decidí conformarme con otra cosa. Tenía sed y eso lo podía solucionar. Entré.
Un cliente me precedía. En seguida me llegó el turno y la pregunta. «¿Y vos, ¿cómo estás?», que sustituyó al «decinueve» al que uno suele estar acostumbrado cuando coloca encima del mostrador lo que va a llevar.
Salí del local con mi botellita de Coca Cola, seis pajitas de colores para mis hijos y una sonrisa de oreja a oreja que le pude regalar al primer compañero de trabajo que me crucé en la cuadra siguiente.
Antes de ponerme manos a la obra me veo obligada a preguntarte:
Y vos, ¿cómo estás?
Qué bueno !!!, una sonrisa, una pregunta amable….. y todo cambia.
El añadido de las pajitas de colores está genial.
Mil cariños
Mil gracias, Raquel. Siempre es una alegría encontrarme con tus comentarios. ¡Un beso!