Cada mañana subía corriendo los dos pisos con un café en la mano. No sé cómo lo hacía, sin que se le cayera una sola gota. Llegaba agitada a la puerta de mi oficina. Por lo general, se detenía a saludarme. Si me veía ocupada en algo, respetaba mi concentración y seguía de largo, sin … Sigue leyendo